jueves, 25 de febrero de 2016

¿Por qué me gusta cantar?

En ocasiones me preguntan cuál es el motivo por el que me fascina cantar.
He pasado mi infancia sintiéndome ínfima e innecesaria, como una gota de agua en el más caudaloso de los océanos. Sin cualidad alguna que resaltar ni motivos por los que recordar. Apresada entre las frívolas garras de una sociedad cerrada de mente y dañina, en la que sólo los más fuertes tenían derecho a sobrevivir. Llorar era de débiles, y ser diferente el pecado más atroz que podías cometer.
Cuando sufría acoso escolar me sentía inmensamente sola, y las canciones que profería eran mi única compañía. Al cantar me olvidaba de las desgracias padecidas por mi persona, y por una vez, a lo largo del tedioso día, me sentía lo suficientemente capaz como para sonreír sin necesidad de fingir. Era el refugio más tranquilo que podía hallar, junto con mi imaginación.
Me repetía constantemente “se fuerte, podrás con la situación, derrotarás todos tus demonios” pero poco tiempo después volvía a mí la misma espantosa sensación de siempre.
He vivido toda mi niñez abrazada a mi temor a las alturas, a las heridas que me podía hacer si tropezaba, a las palabras y gestos dañinos, a la soledad, y por encima de todo a sentir demasiado.
Al cantar y soñar, creía tener la capacidad de cambiar el mundo llevando a cabo las mayores rebeliones posibles sin necesidad de empuñar un arma.
Todos aquellos sentimientos que se ceñían a mi corazón, sin tener el valor suficiente como para salir, volaban sin cesar mientras entonaba una canción o imaginaba un mundo en el cual la discriminación y la tristeza no tuvieran cabida.
Un mundo en el que todos fuéramos inmensos.
La vida es la canción más hermosa jamás escrita, y mi voz el valor necesario para combatir contra sus pesares.

sábado, 20 de febrero de 2016

De repente.

Entonces le vi y de repente todos los relojes se apagaron.
Mi corazón comenzó a latir de tal modo que creí que acabaría saliéndoseme del pecho.
No era amor a primera vista, eso solo ocurre en los cuentos de Disney, tan sólo se trataba de las ganas que tenía de besar sus carcajadas y de cogerle de las manos con las que, sin ser consciente, ya me había acariciado el alma.
Sentía que ya lo conocía, que mi persona ya había escudriñado con anterioridad su danzante cordura. Ya había vivido a su lado hacía varios años en una casita situada a las afueras de Atenas. Teníamos un perro color beis que con sus ladridos alteraba a los vecinos de la casa contigua. Lo malo es que tan solo sucedió durante diez minutos. Al desperezarme, al amanecer siguiente, la maravillosa escena se había esfumado. Los sueños que nos alegran la vida deberían ser eternos.
Juro que estos sentimientos que afloraron de mi interior al vislumbrarle, al igual que los recuerdos que acudieron a mi memoria sobre aquel sueño, no fueron a causa de las cinco cervezas que había ingerido aquella noche, ni tan poco de las ganas que tenía de descansar cobijada entre los brazos de alguien que me amase.
De todos modos, opino, al igual que lo haría el mundo entero si lo viera, que debería estar acostumbrado...
Cualquier ser desearía nadar en sus ojos azul océano. En ellos residía el reflejo de la eternidad, la historia más majestuosa jamás narrada y el sentido de mi vida.

viernes, 19 de febrero de 2016

¿Qué nos ha pasado?

Me sentía inmensa sólo con tenerte a mi vera.
Destruyendo la soledad y avergonzando a la desdicha.
Éramos la infancia infinita, rojo sangre y Rock N' Roll de los 90.
Soñábamos despiertos y gritábamos a deshora.
Más inseparables que mi voz y una canción que entonar, que Uri y Viana amándose por toda la eternidad.
Sonoros como tormenta de verano.
Valientes como William Wallace empuñando su espada.
Grandiosos cual mendigos generosos.
Era tu trozo de pan con mantequilla y tú mi bizcocho favorito.
Te quería antes de haberte conocido.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Bailemos.

Chica de gesto triste, ojos húmedos y alegría ahuyentada. Cuando tú sufres el mundo llora y en las calles llueve.
Secaría tus lágrimas con mis cálidos besos.
La lluvia es bonita siempre y cuando tengas el valor de bailar bajo sus aguas.
Tú y yo, siguiendo el compás de nuestros latidos, olvidándonos de las desgracias, de las mentiras pronunciadas por el mundo y sus gentes, de los sentimientos reflejados en vano, de los “te quiero” por educación y los “lo siento” por cumplir.
Burlémonos del mundo, que pretende que muramos en vida.
Riamos, gritemos, saltemos.
Nuestra venganza será la carcajada más alta jamás proferida.
Cesemos el temor que nos infunde el entorno, que nos hiere y encadena a la desdicha.
Sintámonos libres e imparables.
Seamos viento.